Actividad 2 Tres cuentos folclóricos europeos

La palabra folclore fue acuñada por el escritor británico William John Thoms en 1846. Folclore es sinónimo de cultura popular y por ende, la literatura folclórica está formada por historias y cuentos que nadie sabe su origen ni su autoría pero que han llegado hasta nuestros días.
Una de las principales características de la literatura folclórica es la transmisión oral. Por eso podemos encontrar diferentes variantes de los mismos cuentos.
Es importante dar a conocer a los alumnos la literatura folclórica porque, como digo, forman parte de la cultura popular. Personalmente considero que, en un mundo tan globalizado, tan tecnológico; en definitiva, tan diferente al de nuestros padres, abuelos, etc., no debemos perder nuestras raíces y conocer cómo era la vida de nuestros antecesores, en este caso en el ámbito de la literatura.

Para la realización de esta actividad, he querido ir más allá de los cuentos que conocemos prácticamente todos en España. Bien sea por las adaptaciones de Disney, o bien porque nuestras abuelas nos los contaban cuando éramos pequeños.
Para ello me he basado en el Libro de los 101 cuentos, de Christian Strich. Este libro es una recopilación de cuentos populares de diferentes lugares de Europa.

Stojscha y Mladen
El primero de ellos se llama Stojscha y Mladen y tiene origen serbocroata. El motivo de la elección de este cuento es descubrir cuentos que no son conocidos en nuestro país pero nos pueden ayudar a ampliar nuestra cultura.
Aquí está el enlace a una lista de reproducción del cuento: https://www.youtube.com/playlist?list=PLIWoFiggCKiaHmxMb6AoXpTPja8p61mhy

Trabajaría este cuento con una clase de 3º de Primaria porque ya son más conscientes de cómo funcionan las relaciones sociales y empiezan a elegir amistades más allá de porque “el padre de mi amigo es amigo de mi madre”.
Previamente a la narración del cuento les pondría en contexto de dónde proviene el cuento.
Durante la narración dejaría libertad a los alumnos para que pregunten lo que quieran; bien porque no lo entiendan, bien porque hay palabras que no conozcan.
Posteriormente, les preguntaría qué les ha parecido el cuento.
A continuación, para acercar la historia a su vida, les preguntaría si tienen hermanos o si les gustaría tenerlos.
En relación a los personajes, les preguntaría qué les parece Stojscha. Es el héroe pero abandona a su madre.
En cuanto a Mladen, se supone que es el malo pero se convierte en amigo del protagonista. ¿Las apariencias engañan? ¿Tenemos prejuicios? ¿Cuáles?

El ladrón de la cámara del Dux de Venecia
El segundo cuento se titula El ladrón de la cámara del Dux de Venecia y es de origen italiano. De este cuento no he encontrado enlaces a otras webs por lo que he decidido transcribirlo.

Historia:
En la muy antigua ciudad de Venecia vivía una vez un Dux sabio y rico, que era prudente y comedido en todos los sentidos. Se llamaba Messere Valeriano y era el hijo de Messere Vamozzo Accettani.
La catedral de San Marcos tenía en aquel entonces el campanario más bello y suntuoso de su tiempo, y era el mayor ornamento que poseía Venecia. Pero corría el peligro de desplomarse debido a ciertos errores cometidos en sus cimientos. Por eso el Dux mandó pregonar por toda Italia que el que quisiera tratar de reparar la torre que acudiera a su presencia, y él le daría el dinero que necesitase.
La noticia llegó a oídos de un arquitecto florentino llamado Bindo, que cuando se enteó del estado en que se encontraba la torre, decidió intentar la empresa.
Después de ver la edificación fue a la presencia del Dux y le dijo:
–Señor, he venido a reparar vuestro campanario.
El Dux le recibió con honores y le dijo:
-Estimado maestro, os ruego que empecéis con el trabajo tan pronto como os sea posible.
–Señor, así lo haré –contestó el arquitecto.
En seguida se puso a dirigir los trabajos de reconstrucción y reparó con tanto detalle y en tan poco tiempo el campanario que éste parecía más bello que antes. El Dux estaba encantao y le pagó al arquitecto la suma que éste le pidió; además, le nombró ciudadano de Venecia y le asignó una renta muy elevada.
Después le dijo:
–Ahora me construiréis un palacio que tenga una cámara en la que pueda guardar todo el tesoro de Venecia.
El arquitecto tomó en seguida las medidas necesarias para levantar el palacio en el que estaría la cámara destinada a guardar el tesoro. Pero, astutamente, puso una piedra de forma tan ingeniosa que pudiera sacarla y volver a poner a su antojo. Así podría entrar cuando quisiera al lugar donde se encontraba el tesoro; y de esta entrada secreta nadie sabía en el mundo aparte de él.
Cuando el palacio estuvo acabado, el Dux mandó que llevaran todo lo que tenía de valor a la cámara; había, entre otras cosas, telas de Damasco, bordados de oro, precios cortinas y techos, valiosos objetos de decoración y grandes cantidades de oro y plata. A la cámara se la llamó la “Turpea” del Dux y de la ciudad de Venecia.
La habitación estaba cerrada con cinco cerrojos; las llaves de cuatro de ellos estaban en poder de los cuatro ciudadanos más ricos de Venecia, a los que por eso se les llamó los servidores del tesoro. La quinta llave la tenía el propio Dux. De esa forma solo podía abrirse la cámara del tesoro si se reunían para ello las cinco personas que tenían las llaves en su poder.
Cuando, tras haber sido nombrado ciudadano de Venecia; se estableció en la ciudad con su familia, el maestro Bindo gastó mucho dinero y vivió como si fuera un hombre rico; también su hijo, Ricciardo, despilfarró su hacienda de forma que en poco tiempo les faltaron los medios necesarios para vivir dignamente.
Entonces, una noche el padre llamó a su hijo para que le acompañase, cogió una pequeña escalera, la palanca de hierro que necesitaba y un poco de argamasa. Y así se dirigieron ambos a la entrada que había en el muro de la cámara del tesoro. El arquitecto apoyó la escalera en el muro, sacó la piedra, se metió en la cámara y se llevó de un armario un precioso vaso de oro. Salió de nuevo y volvió a poner la piedra en su sitio.
Una vez en casa, rompieron el vaso y mandaron los trozos a unas cuantas ciudades de Lombardía para su venta. De esta forma pudieron continuar su vida disipada.
Entonces sucedió que un cardenal visitó al Dux en Venecia, y como éste quería distinguir al prelado con toda clase de honores, decidió abrir la cámara para sacar adornos y tapices para recibir al Príncipe de la Iglesia.
Cuando entraron en la cámara, se dieron cuenta de que faltaba el vaso y entre los camareros del tesoro se produjo una gran conmoción. En seguida fueron a decirle al Dux que no podían encontrar el vaso, y después de mucho pensar, éste les ordenó que no mencionasen el tema ni hicieran nada hasta que el cardenal se hubiese marchado. Y así sucedió.
Entonces el Dux mandó llamar a los cuatro camareros para averiguar lo que hbia pasado con el vaso; les ordenó permanecer en el palacio hasta que se aclarase lo sucedido y añadió:
–Vosotros sois los únicos que cargáis con la responsabilidad.
Los cuatro hombres reflexionaron pero no podían explicarle de ninguna manera como podía haber desaparecido el vaso. Entonces dijo uno de ellos:
–Tenemos que comprobar si existe alguna manera de entrar en la cámara por otro sitio que no sea la puerta.
Miraron por todas partes, pero no encontraron nada sospechoso. Entonces mandaron llenar de paja la cámara, la prendieron fuego y cerraron las puertas y las ventanas para que el humo no pudiera salir. Se formó muchísimo humo y al final acabo saliendo por los resquicios de la abertura secreta. En seguida fueron a la presencia del Dux a contarle lo que habían descubierto.
–No digáis a nadie una sola palabra –dijo el Dux–, para que podamos atrapar al pillo con las manos en la masa.
Mando que pusieran una caldera llena de pez en la cámara, justo al pie de donde estaba el boquete en el muro, y ordenó que la mantuvieran continuamente al fuego para que la pez permaneciera líquida.
Mientras tanto, el dinero del vaso se había acabado, y el arquitecto y su hijo fueron de nuevo una noche al muro y sacaron la piedra dispuestos a entrar a la cámara del tesoro. El arquitecto se introdujo en la abertura, y cayó directamente a la caldera con la pez. Y como estaba metido hasta la cintura y no podía salir, se vio perdido. Entonces tomó una rápida decisión: llamó a su hijo y le dijo:
–Hijo mío, yo ya me puedo considerar muerto. Córtame la cabeza para que no puedan reconocer el tronco y entiérrala en un sitio donde no puedan encontrarla. Consuela a tu madre y procura irte de esta ciudad, y si alguien te pregunta por mí, di que me he ido de viaje de negocios a Florencia.
El hijo lloró y protestó, y juntando las manos dijo:
–¡Padre mío!
Y éste contestó:
–Hijo mío, es mejor que muera uno y no los dos. Por eso haz lo que te pido y date prisa.
El hijo le cortó la cabeza al padre, el tronco quedó en la caldera y se coció durante tanto tiempo que al final no quedó más que el esqueleto.
El hijo volvió a casa y enterró la cabeza de su padre tan bien como pudo, y después le contó todo a su madre. Cuando ésta se disponía a dar gritos de dolor, el hijo le advirtió:
–Si hacéis ruido, los dos corremos el peligro de perder la vida; por eso, querida madre, sed razonable.
Al día siguiente encontraron el cadáver y lo llevaron al Dux, que se quedó sorprendido, y como no podía imaginarse de quién podía tratarse, dijo:
–Seguro que son dos ladrones; a uno ya le hemos cogido, al otro aún tenemos que encontrarle.
Entonces dijo uno de los cuatro camareros:
–Yo sé cómo hacerlo: es muy probable que el ladrón tuviera mujer e hijo en esta ciudad, por eso vamos a hacer arrastrar el cuerpo por toda la ciudad y mandaremos guardias para que se fijen en si alguien llora o se lamenta. Y si ven a alguien, le detendrán y le interrogaran; de esta forma encontraremos pronto a los demás culpables.
Y así se decidió, de forma que ordenaron que se llevase el cadáver a rastras por toda la ciudad. Cuando pasaron por la casa donde había vivido el muerto, salió una mujer a la ventana que, al ver el cadáver de su esposo maltratado de esa manera, dio un grito. Entonces el hijo le dijo:
–Madre, ¿qué habéis hecho?
Cogió un cuchillo y se hizo un corte en la mano. Los guardias, que habían oído el grito, fueron a la casa y preguntaron a la mujer por qué había gritado.
El hijo contestó:
–Estaba jugando con este cuchillo y me he hecho un corte en la mano; por eso ha gritado mi madre.
Los guardias continuaron recorriendo toda la ciudad sin dar con ningún sospechoso.
Entonces colgaron el cadáver por los pies en el mercado y pusieron centinelas. En seguida se supo en toda la ciudad que habían colgado al ladrón en la plaza, y mucha gente acudió a verlo.
Cuando la mujer lo oyó, le dijo a su hijo que era una vergüenza muy grande que su padre estuviese colgado de esa manera en la picota. El muchacho respondió:
–Querida madre, tranquilizaos, por Dios; lo hacen solo para atraparme. Tened paciencia, por lo que más queráis.
La mujer no podía soportarlo y no hacía más que repetir:
–Si yo fuera hombre, ya le habría quitado de ahí, y si tú no eres capaz, iré yo misma por la noche a hacerlo.
Cuando el joven vio la determinación de su madre, compró doce hábitos de monje, se fue una tarde al puerto, alquiló los servicios de doce estibadores y los condujo por la puerta de atrás a una pequeña habitación de su casa, donde les dio de comer y beber hasta que se hartaron.
Y cuando ya estuvieron en la disposición apropiada, les hizo vestirse con los hábitos y ponerse las máscaras grotescas; les dio antorchas encendidas de forma que parecían demonios salidos del infierno. Entonces se subió a un caballo cubierto con un paño negro, cuya manta estaba llena de ganchos, y en cada gancho puso una vela encendida. Y tras ponerse él mismo una máscara horrorosa, dijo:
–Haced todo lo que yo haga.
Fueron hasta la plaza donde colgaba el cadáver de la picota, y una vez allí echaron a correr por todas partes. Era pasada la media noche y reinaba una gran oscuridad. Cuando los guardias vieron este espectáculo, les entró miedo y se imaginaron que eran demonios de verdad, y que el de la horrorosa máscara a caballo era Lucifer en persona. Así que cuando le vieron dirigirse galopando a la picota, se dieron a la fuga presas del pánico.
El muchacho descolgó el cadáver, lo puso en el asiento de la cabalgadura y se dirigió rápidamente a casa, seguido de sus doce compañeros; les dio dinero, les quitó los vestidos y les despidió. Y en seguida enterró el cadáver lo mejor que pudo sin que nadie lo viera.
A la mañana siguiente le dieron la noticia al Dux de que habían robado el cadáver; y el Dux hizo llamar a los centinelas para saber lo que había pasado con el muerto. Los guardias contestaron: -Señor, imaginaos que esta noche, pasando las doce, vimos acercarse una horda de demonios, y entre ellos distinguimos claramente a Lucifer, que los dirigía; seguro que ha sido él el que se ha llevado el cadáver.
El Dux se dio cuenta de que se trataba de un engaño, y decidió averiguar de quién se trataba. Se reunió en consejo secreto y ordenó que en Venecia no se vendiera carne fresca durante veinte días seguidos.
Así se hizo, y todo el mundo se asombró de que se promulgara una ley como ésa. Después mandó que sacrificaran una ternera de pocos días y fijó el precio en un florín de oro por libra. Entonces le dijo al encargado de vender la carne que se fijase en los compradores, pues pensaba que los ladrones son especialmente golosos y que el que él buscaba tampoco iba a poder contenerse. A continuación mandó pregonar que el que quisiera carne podía adquirirla en la plaza del mercado.
En seguida acudieron los mercaderes y los ricos, pero cuando oyeron que el precio era de un florín la libra, prefirieron no comprar.
El rumor de lo que sucedía se extendió por toda la ciudad y llegó también a oídos de la viuda del arquitecto. La mujer le dijo a su hijo:
–Me gustaría probar esa ternera.
Ricciardo contestó:
–Madre, no tan deprisa. Deja que vayan otros primeros; no quisiera ser yo el primero que lo compre.
Sin embargo, la madre, que era una mujer muy imprudente, le agobiaba con sus deseos, y el hijo, por miedo a que fuera a mandar a otro a comprar carne, mandó hacer una torta y compró una botella de vino en la que echó opio.
Entonces cogió unos panecillos y, la torta y el vino y, cuando se hizo de noche, se puso una barba y una caperuza y se fue al lugar donde se vendía la ternera, que no había sido ni siquiera empezada.
Cuando llegó a la tienda, le preguntó a uno de los guardias:
–¿Quién eres?
Ricciardo contestó:
–¿Podéis decirme dónde vive un tal Gluck?
Uno de los guardias preguntó:
–-¿Qué Gluck?
Ricciardo contestó:
-Maldita sea, no me acuerdo de su apellido porque todavía no he estado en su casa.
–¿Quién te manda, pues?
–Su mujer –contestó Ricciardo–, me ha dado estas cosas y me ha dicho que se las lleve para que pueda cenar esta noche. Hacedme el favor de guardar estas cosas para que pueda ir a casa a averiguar cómo se llama. Y no os extrañe que no lo conozca porque llevo poco tiempo en la ciudad.
Y dejó la torta, el pan y el vino e hizo como si se fuera, diciéndoles:
–Vengo en seguida.
Los guardias tomaron las cosas, y uno de ellos dijo:
–Mira, esta vez hemos tenido suerte.
Se llevó la botella a la boca y bebió un trago, y a continuación le dijo a su camarada:
–Bebe. En tu vida has probado un vino mejor que éste.
Y mientras hablaban se durmieron.
Ricciardo, que lo había escuchado todo desde la puerta, cogió la ternera y se la llevó a casa. Cuando llegó le dijo a su madre:
–Ahora podéis comer todo lo que queráis.
Cuando el Dux se enteró de que habían robado la ternera y de la forma como lo habían hecho, se quedó asombrado y reafirmó su decisión de averiguar quién había sido. Hizo venir a cien pobres, ordenó que apuntaran sus nombres y les dijo:
-Id a todas las casas de Venecia y haced como que pedís limosna. Observad si en alguna casa se cocina o si tienen una gran sartén, e insistid hasta que os den de comer carne o caldo de carne; al que me traiga la más pequeña prueba le daré veinte monedas de oro.
Entonces los cien vagabundos se dispersaron por la ciudad en todas direcciones. Uno de ellos llegó justo a casa de Ricciardo, y al subir por la escalera vio claramente la carne que estaba preparando la madre. Le pidió, por Dios, que le diera un poco, y la mujer, cuando vio que tenía carne más que suficiente, fue lo bastante imprudente como para darle un pedazo. El mendigo dio las gracias, diciendo:
–Pediré a Dios por vos.
Y bajó deprisa la escalera.
Ricciardo se encontró con el pobre en la escalera, y al ver que llevaba carne en la mano, le dijo:
–Subid de nuevo y os daré más
El pobre subió con él, pero Ricciardo le condujo a una cámara y le dio con un hacha en la cabeza; entonces le echó al pozo de los excrementos y cerró la casa con llave.
Por la noche volvieron todos los pobres a la presencia del Dux, tal y como habían prometido, y le dijeron que no habían encontrado nada. El Dux ordenó que se les pagase y anotaran sus nombres, y resultó que faltaba uno. Entonces el Dux dijo:
–Estoy seguro de que lo han matado.
Mandó que se reuniese el Consejo y dijo:
–Quiero averiguar por todos los medios de quién se trata.
A lo que uno de sus consejeros contestó:
–Señor, habéis probado con el pecado de la gula; probad ahora con el de la lujuria.
Entonces dijo el Dux:
–Quien más sabe, más hace.
Se mandó llamar a los veinticinco jóvenes más listos de la ciudad, que eran de los que más sospechaba el Dux, entre los que también estaba Ricciardo.
Cuando vieron que se les retenía en el palacio, se preguntaron unos a otros:
–¿Qué quiere el Dux de nosotros?
Poco después, el Dux mandó llevar veinticinco damas, una por joven, a uno de los salones. En el centro de la estancia hizo poner un dosel donde dormiría su propia hija, bella sobre todas las cosas.
Aquella noche, tan pronto como se acostaron los jóvenes, entraron en la estancia las ayudas de cámara acompañando a la hija del Dux a la cama. Su padre le había dado un recipiente de tinta negra y le había dicho:
–Al que se te acerque a la cama mánchale la cara de tinta para que se le pueda reconocer. Pero nadie se atrevió a acercarse porque todos pensaban que era una trampa.
Pero a la noche siguiente, tan pronto como se apagaron las luces, Ricciardo se levantó en silencio, se aproximó a la cama de la muchacha y se puso a abrazarla y a besarla. La joven se despertó, metió en seguida los dedos en el recipiente de tinta y manchó a Ricciardo sin que éste se diese cuenta.
Una vez satisfecho, Ricciardo volvió a la cama y se puso a reflexionar:
–¿Qué significa todo esto? ¿Cuál es la trampa?
Después de un rato, volvió a sentir deseos de volver a acercarse a la muchacha; y mientras estaba con aquel ángel, ella volvió a mancharle de tinta.
Esta vez Ricciardo se dio cuenta; cogió el recipiente y fue manchando a todos los que dormían en las camas, tan silenciosamente que ellos o lo notaron. A uno le hizo dos rayas, a otro seis, a otro diez y él mismo se hizo cuatro más, además de las dos que le había hecho la muchacha. Entonces llevó el recipiente a la cabecera de la cama del dosel, se despidió amablemente de la muchacha y volvió a su lecho.
A la mañana siguiente las ayudas de la cámara fueron a la cama de la muchacha para ayudarla a vestirse, y después la acompañaron a la presencia del Dux, que le preguntó cómo había pasado la noche.
–Bien –dijo ella–, pues he hecho lo que se me ha ordenado. Alguien se acercó a mí en tres ocasiones durante la noche y yo le manché de tinta cada vez.
El Dux mandó llamar en seguida a los consejeros y les dijo:
–Ya tengo por fin a nuestro amigo. Vamos a verlo juntos.
Fueron al salón y miraron a éste y a aquél, y cuando vieron que todos estaban manchados, se echaron a reír.
–En verdad que éste es el pillo más grande que se ha visto.
Y cuando los muchachos se vieron todos manchados, armaron el jolgorio más grande que se puede imaginar. Entonces el Dux les preguntó quién había sido, pero nadie pudo decírselo.
Como estaba decidido a averiguarlo, prometió dar a su hija por esposa al que hubiera pintado la cara a los demás: estaba dispuesto también a perdonarle, ya que debía de tratarse de un hombre de gran entendimiento.
Cuando Ricciardo oyó lo que el Dux había decidido, fue a él en secreto y le contó todo desde el principio hasta el final. El Dux le abrazó, mandó celebrar muchos festejos y le dio a su hija por esposa.
Ricciardo volvió a ser el que era y llegó a convertirse en un hombre prudente y hábil, y tomó parte en casi todos los asuntos de Estado. Vivió mucho tiempo en paz y fue querido por todos los ciudadanos de la ciudad de Venecia.



Usaría el cuento del ladrón de la cámara del Dux de Venecia en una clase de 6º de Primaria debido a que para poder sacar conclusiones y analizarlo, los alumnos deben tener una cierta madurez que niños más pequeños no tienen. Además, es un cuento largo, por lo que se requiere una capacidad de atención mayor.
Haría unos pequeños cambios que están marcados en rojo porque considero que dirigen y marcan cómo es un personaje en lugar de dejar al lector (oyente) sacar sus propias conclusiones.
Previamente a la narración, haría peguntas a los alumnos para contextualizar y ver los conocimientos previos que puedan tener los alumnos sobre la época medieval Venecia, Italia.
Durante la narración dejaría libertad a los alumnos para que pregunten lo que quieran; bien porque no lo entiendan, bien porque hay palabras que no conozcan.
Una vez finalizada la narración, se haría una tertulia dialógica para ver qué les ha llamado la atención, qué ideas han extraído del texto, y en caso de que no sean capaces de empezar con la tertulia, podemos hacer preguntas abiertas para dinamizar la actividad.
Un ejemplo de preguntas:
¿Creéis que podemos guardar cosas que nos gusten mucho en un lugar seguro? ¿Existe ese lugar seguro?
¿Qué haríais si tuvierais mucho dinero? ¿Ahorraríais algo?
¿Cuál creéis que es el papel del padre? ¿Cómo creéis que influye a su hijo para hacer lo que hace?
¿Cuál creéis que es el papel de la madre? ¿Cómo influye a su hijo para hacer lo que hace?
¿Qué estaríais dispuestos a hacer por vuestros padres o vuestros seres queridos?
¿Cómo veis el papel de la hija del Dux?
¿Qué os ha parecido el final? ¿Lo cambiaríais?

El gatito de Dovre
Este cuento popular tiene origen noruego. Aquí dejo un enlace a un vídeo:

Este cuento es más corto y más sencillo, por lo que se puede trabajar con edades más tempranas.
He elegido el curso de 2º de Primaria porque a esta edad los niños tienen un concepto claro del bien y el mal, tienen miedos, personas que les protegen de aquello que temen…

Previamente a la narración del cuento y dado que es un cuento popular de origen no español, por lo que, seguramente no lo conozcan.
¿Conocéis otros lugares diferentes a dónde vivís?
Con esta pregunta podemos dar pie a que hablen de su barrio, su ciudad, el pueblo de sus padres, donde se fueron de vacaciones en verano…
Podría darse la casualidad de que conocieran Noruega, en todo caso habría que decir dónde está, en relación a donde estamos nosotros, para contextualizar el cuento.
A partir del cuento pueden surgir múltiples ideas:
A través del oso (gatito) podemos hablar de si tienen mascotas, qué animales les gustan…
A través de los trolls, si tienen algún miedo, si conocen otras criaturas fantásticas o mitológicas…
Y cómo ha actuado Havlor cuando volvieron los trolls la Nochebuena siguiente.

Bibliografía
Características de los cuentos según la edad y el desarrollo lector. (n.d.). Centro de Orientación de Lectura. MEC. Retrieved from https://online.lasallecampus.es
Características de los niños y niñas de 7 años. (n.d.). Retrieved from http://escolapiespalma.org/wp-content/uploads/2013/09/CARACTERÍSTICAS-7-AÑOS.pdf
Desarrollo, E. Del. (n.d.). Escuelas de familia moderna. Retrieved from https://www.educacion.navarra.es/documents/27590/51352/BLOQUE+II+ETAPAS+DESARROLLO+EVOLUTIVO+(7-10+AÑOS).pdf/6ac881ef-2dfd-4faa-bfa1-4bacc1816d23
Labajo González, I. (2013). Pautas para regalar libros muy especiales a un niño. e*SpectacularKids. Retrieved from https://online.lasallecampus.es
Strich, C., & Hauptmann, T. (1990). El libro de los 101 cuentos (4a ed.). Madrid: Anaya.
Y, L. I. (n.d.). Literatura española, literatura infantil y educación literaria. Retrieved from https://online.lasallecampus.es

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